El encuentro Ni-Ni de la autonomía

Sobre el VII Encuentro Lésbico Feminista Latinoamericano y del Caribe

Las Cómplices (las chilenas: Margarita Pisano, Sandra Lidid, Edda Gaviola; las mexicanas: Ximena Bedregal, Francesca Gargallo y Amalia Fischer) –en 1993- denunciaron las falsas e incluyentes representatividades en las que estaban siendo sumergidas desde los sectores institucionales del Movimiento. Situadas desde la autonomía, enfatizaron la urgencia de explicitar las diferencias ideológicas al interior del feminismo y perfilar las corrientes de pensamiento que pudieran surgir de dicha explicitación. El Encuentro de Cartagena (1996), organizado por la corriente autónoma chilensis, llevó a cabo este objetivo y lo cumplió. Cartagena impulsó a las feministas a pronunciarse, a situarse en una posición ideológica. Cartagena desenmascaró el feminismo institucional y legitimó la autonomía. En Cartagena también surgen las NI-NI que, por primera vez, se evidencian como una tendencia más, aquélla que no quiere situarse NI en el feminismo institucional NI en el autónomo, pero toma algo de los dos según le convenga. Las NI-NI fueron aquéllas que se negaron a confrontar las diferencias ideológicas “para no pelearse”, es decir, se negaron a concretar una de las ideas-fuerza de la autonomía.

A partir del 96, las feministas autónomas asumieron el desafío de profundizar sus propuestas políticas y aún este desafío está pendiente. El eje por medio del cual ELFLAC nos convocó: “Pensando autonomías…” se congeló en un slogan. En este sentido, ELFLAC recuerda la tendencia NI-NI. Porque, por un lado, los discursos post-encuentro lésbico -que sintetizan las experiencias vividas- exaltan la unificación del sector autónomo que evidentemente está traspasado por profundas diferencias ideológicas y filosóficas que no fueron abierta y descarnadamente confrontadas, como es el caso de las divergentes estrategias políticas, sostenidas, por supuesto, por proyectos políticos distintos. Y, por otro, el discurso general que circuló en el ELFLAC y ha seguido circulando en los comentarios posteriores, coincide en varios tópicos con el discurso del feminismo institucional, con la salvedad de que ELFLAC se autoproclama autónomo. Por ejemplo, el concepto de renovación o de recambio generacional se ha escuchado insistentemente estos últimos años en los sectores más institucionales no sólo del Movimiento, también de la izquierda. Asimismo, la estrategia de aprovechar las fisuras del sistema para intervenir en él ha sido suficientemente recurrida por la mayoría de las feministas instalada en los distintos espacios de poder masculinos. También, reemplazar el nombre de feminismo institucional por otro más conveniente es una práctica usual entre las institucionales que niegan la existencia de una corriente que las represente y que, muchas veces, se autodefinen autónomas aun en el Banco Mundial. Por último, el discurso exitista –y nada realista- que busca la conciliación, que niega los fracasos y que propone el consenso, es conocido en las esferas de la política más convencional.

Lamentablemente en este encuentro no se avanzó en relación a la autonomía que defendían las Cómplices. Porque sin la profundización de nuestras diferencias ideológicas, los discursos quedan envueltos en la indiferenciación, congelados en slogans, transformados en discursos vacuos plagados de lugares comunes que no afectan en nada el imaginario colectivo, y el contenido más crítico y transformador desaparece. Y entonces volvemos a repetir la historia, porque este ‘reciclaje discursivo’ recuerda el que se llevó a cabo durante el proceso de institucionalización del feminismo para desactivar las propuestas más rebeldes. Y así como cierto feminismo se arrogó el derecho de representarnos a todas, la autonomía se transforma ahora en el nuevo paraguas que nos cobija a todas unidas aunque indiferenciadas y a la usanza de la diversidad neoliberal, intercambiables unas por otras, porque poseemos igual valor. Un gran paraguas que borra tanto las relaciones de poder como las potencialidades transformadoras de los grupos; bajo el cual, el gesto de pronunciarse ideológicamente se convierte en un acto inútil.

Como dice Amorós, las mujeres sumergidas en la feminidad somos las idénticas. Sin explicitación hay identidad, no hay diferencias. Sin explicitación no nos arriesgamos y uno de los riesgos es dividirnos, porque nuestras diferencias pueden ser irreconciliables, abismales o, momentáneamente, no complementarias. La división que pueda resultar de la confrontación de proyectos políticos distintos, a veces radicalmente distintos, no es un acto patriarcal. Lo patriarcal es la inclusión. El patriarcado es el “orden esencial”, el territorio “dado” para transitar. Por él, las mujeres, incluidas bajo sus denominaciones y variadas ideologías, hemos transitado.

2007

*Asistimos a este encuentro, realizado en Santiago, con una “letanía” que escribimos Margarita Pisano y yo, y que denominamos “Poema del engrudo: nada pega con nada y al final te quedas pegada” (una crítica al feminismo en la era del patriarcado neoliberal).

“El encuentro Ni-Ni de la autonomía” aparece junto a otros dos textos, uno de Margarita Pisano y otro de Susana Opazo, en un cuadernillo que titulamos “Tres miradillas”.