Si dejo detrás de mí un acto que he llevado a cabo, al rodar el mismo en el pasado deviene cosa, no siendo más que un hecho estúpido y opaco; para impedir esta metamorfosis, es necesario que lo retome y lo justifique en la unidad del proyecto en el cual me hallo comprometida (…) Así, hoy no podría querer auténticamente un fin sin quererlo a través de mi existencia entera, como futuro de este momento presente, como pasado sobrepasado de los días por venir…(1)
Elegí esta cita de la Beauvoir como el puente para hablar del libro de Margarita Pisano. Porque, con el Cambio de los deseos, Pisano realiza la acción concreta de «sobrepasar» una etapa fundamental de su actuancia feminista, resistiéndose, de esta manera, a la metamorfosis triste que transforma el pasado en hecho estúpido y opaco. En 1995, año de publicación del libro, a Pisano la echan definitivamente del proyecto de la Casa de la Mujer La Morada, porque las mujeres que trabajaban en él, y que entonces estaban en la dirección, eligieron cambiar el proyecto ideológico existente por otro que promoviera la institucionalización de los conocimientos del feminismo radical. Margarita fue una de las fundadoras del proyecto original, y luego fue quien lo dirigió y lo consolidó en medio de la dictadura. Pisano intentó que La Morada fuera la residencia de un movimiento feminista políticamente autónomo, pensante y transformador, especialmente formado en la perseverancia de crear un espacio con conciencia histórica.
Cómo una mujer feminista radical sobrevive a la traición de las compañeras; cómo las mujeres, en la Historia, se han sobrepuesto a la invisibilización y a la deslegitimación de sus obras; de qué manera una mujer pensante y comprometida en una actuancia sobrepasa el hecho de quedarse sin territorio político, sin espacio de creación. Y cuántas en la Historia han muerto en el ostracismo. Porque, cuando se ha tenido la experiencia de crear y hacer política desde el feminismo -en su versión más genuina y radical-, no es cosa de instalarse en uno u otro podercillo del sistema masculinista y armar un nicho allí, puesto que ya sabemos que esos no son territorios para la creación libre y apasionada, y también sabemos que solas no sobrevivimos a su absorción; además, ya nos hemos vuelto indiferentes a las opiniones de los hombres. Tampoco se trata de volver a la soledad del escritorio, del cuarto propio, que es fundamental en nuestras vidas, pero que solo tiene sentido si mantengo un diálogo con las otras. No es una razón individual la que explica que la Woolf se haya suicidado. Lo quiero decir de manera más precisa: la creación desde el «feminismo radical de la diferencia» es compromiso político, no se construye únicamente en la soledad, necesita la actuancia para sostenerse, para que las palabras no pierdan fuerza ni honestidad.
Pero Pisano, a los 63 años, se sobrepone a la pérdida del proyecto de La Morada que hasta ese momento consideraba su proyecto de vida. Sobreponerse o -con palabras de la Beauvoir- sobrepasar este pasado que dejaba tras ella no se hacía mediante la resignación («no hay virtud más triste que la resignación»(2)), tampoco desde la indiferencia del estoico ni, menos, con la negación de las acciones realizadas. La razón es que, para Pisano, La Morada no era un fin en sí mismo, era parte de la unidad de un proyecto político más amplio, que la trasciende. Margarita sobrepasa esta etapa de su vida, pero a la vez la integra y reinterpreta en un objetivo mayor. A la autora le interesa promover un cambio civilizatorio, convidar las ideas del feminismo radical, formar espacios para pensar junto a otras, relatar la Historia de las mujeres, producir discurso y pensamiento… y es lo que sigue haciendo hasta el día de hoy. Por eso, su existencia política se explica como un continuum, donde reconozco no solo un sobrepasamiento, sino varios, cada gesto de desprendimiento se convierte en el punto de inicio de un sobrepasamiento nuevo en el futuro. En esto consiste una existencia cuya pulsión es la libertad. La afirmación de la libertad es una acción consciente y solo la comprendemos dentro de una existencia entera, es decir, dentro de una vida hilada.
El Cambio de los deseos es un gesto concreto en este sentido. En primer lugar, porque es el primero de otros libros que vendrán después. Representa la decisión de la autora de dejar -en adelante- registro escrito de sus ideas y de la historia del feminismo radical. En este sentido, este primer libro, entendido como acción, reivindica la palabra escrita. La escritura es asumida como una revancha, dirá María Zambrano(3), una revancha contra la oralidad, cuando no alcanzamos a explicarnos. Pero además en contra de esa palabra hablada que ha sido no comprendida, tomada o borrada. En segundo lugar, el libro es la manifestación concreta de dos etapas políticas que se urden. De la primera da cuenta la mayoría de los textos y los conceptos que contiene y que entretejen la teoría de la autora. Estos fueron fraguados durante los ochenta y ya contaban con algunas publicaciones desde mediados de la década. Son el resultado de la principal actuancia ejercida por la autora en esos años, la del taller político.
Con esta forma de actuancia, Pisano le daba continuidad a la práctica del feminismo radical en América del Norte y del feminismo de la diferencia en Europa de construir conocimientos a partir de la experiencia relatada de las mujeres en espacios autónomos, fuera de la institucionalización del saber. Ya en este discurso temprano, la convicción de la autora es clara: el «feminismo de la igualdad» no nos sirve a las mujeres, puesto que no hay igualdad posible -mejor hablemos de horizontalidad- sin un replanteo radical de la condición humana. No hay universalismo posible sin una deconstrucción de la civilización vigente desde sus fundamentos. Y no es posible un rediseño profundo de las relaciones humanas sin una redefinición cultural y colectiva de quiénes queremos ser como mujeres. Finalmente, no es posible un feminismo, de verdad civilizatorio, si no hilamos, en nuestras propuestas político-filosóficas, lo «íntimo, privado y público».
La segunda etapa corresponde al inicio del período posdictatorial en este país que, por lo demás, continúa hasta el día de hoy. Justamente, es en este segundo momento cuando a Margarita la echan del proyecto de La Morada, puesto que esta acción es parte del proceso global de institucionalización que viven los movimientos sociales y, por lo tanto, el movimiento feminista no queda excluido de esta desarticulación. Al contrario, en el feminismo el proceso es más patético aún, ya que repite un mecanismo patriarcal incesante en nuestra Historia, que consiste, precisamente, en dejarnos sin Historia. La insolencia pensante y política de las mujeres siempre ha sido insoportable. Y Pisano lo sabe muy bien. Ella sobrepasa estos hechos y escribe. El proceso de desprendimiento no es fácil, hubo ceguera mediante. Pero la autora encuentra nuevas compañeras políticas y se organiza en Cómplices (con Sandra Lidid, Edda Gaviola y Ximena Bedregal) y en la corriente feminista autónoma latinoamericana. El año 95, cuando se publica el libro, la denuncia contra Beijing (hito de la obediencia del feminismo establecido) está sobre la palestra; ya había sucedido el encuentro de El Salvador (93) y estaba perfilándose el de Cartagena (96). Son años potentes en el feminismo latinoamericano, porque la división de las corrientes ideológicas se hace perentoria.
El discurso de Pisano otra vez es clarísimo en este punto. Exige, urgentemente, la división de las corrientes y la explicitación de las diferencias político-filosóficas, además denuncia los abusos de poder de las feministas institucionales. El Cambio de los deseos contiene este discurso. «Introducción a un debate urgente» es un texto clave en esta nueva etapa política y funda la ética de la separación, de la división. Es decir, una ética que dignifica la ruptura en las relaciones humanas, en tanto estas se planteen en horizontalidad, de tal manera que seamos capaces de confrontar nuestras visiones de mundo y reconocer lo irreconciliables que pueden llegar a ser a veces. Por lo tanto, las relaciones se abren a dinámicas de honestidad y rompen el círculo vicioso del «buenismo» y la hipocresía que nos mantiene aferradas a carencias y miedos en una proyección de eternidad.
También en este segundo momento, el discurso de la autora se vuelve más ideológico. La «diferencia sexual», que merodea en la producción de los ochenta, se vuelve «diferencia ideológica» en este continuum discursivo. La única manera de «estar expresadas» en nuestra diferencia sexual es en tanto diferencia ideológica, propuesta de mundo, proyecto filosófico de las mujeres; para esto, debemos recuperar las capacidades humanas y ejercerlas (principalmente: pensar, estar expresadas y ejercer una dimensión política y una conciencia histórica). Pero, fundamentalmente, debemos re-significar «lo humano» a la luz de la experiencia vital de nuestros cuerpos y de nuestra Historia.
Este replanteo de la condición humana es original del discurso de Pisano. Las distintas corrientes feministas (feminismo heterosexual de la diferencia, feminismo posmoderno, feminismo de la igualdad) no hacen esta distinción. O se quedan atrapadas en los (trans) géneros (masculino-femenino), o apelan a un humano neutro y abstracto, que es una construcción ideológica fundante del patriarcado. En la teoría de Margarita, hay dos ideas clave que se unen al respecto: una, es que los varones se quedaron con el ejercicio de las capacidades de lo humano y las atraparon en la construcción socio-cultural de la «masculinidad». La segunda, es que las mujeres no somos la feminidad y, en consecuencia, no hay nada que podamos recuperar de dicha construcción. Estas dos premisas son medulares para no caer en análisis esencialistas y para potenciar una propuesta de salida.
Todavía en este primer libro, lo femenino y lo masculino constituyen un binomio, posteriormente la autora planteará esta ecuación en un «monomio». Asimismo, el espacio de la autonomía se radicalizará en el «afuera» y el lesbianismo tomará tribuna en tanto descubramos su potencialidad política. Pero, como hemos visto, este primer libro rezuma una particularidad, simboliza un sobrepasamiento existencial, esto es, da cuenta de la unidad y de la coherencia de un proyecto político, donde su protagonista -Margarita Pisano- se desafía a sí misma, en cuanto ser humana libre y creadora. En este sentido, el Cambio de los deseos es tan vigente hoy como ayer. Porque, en estos momentos, cuando el feminismo posmoderno cristaliza la institucionalización feroz que se llevó a cabo en la primera mitad de los noventa, asistimos a la deshistorización sin precedentes de nuestros cuerpos y rebeldías. Somos pocas las que estamos conscientes de estos mecanismos de deshistorización que se articulan desde los centros patriarcales de poder y de producción cultural, y que ciertos feminismos asumen tan alegremente. Nos resistimos a que nuestra Historia y nuestras vidas concretas terminen siendo fragmentos de hechos estúpidos y opacos. Nos resistimos a la opacidad de la vida. Por eso, el Cambio de los deseos es una luz en medio de la ceguera.
2011
NOTAS:
(1) Beauvoir, S. (1956). Por una moral de la ambigüedad. Buenos Aires: Editorial Schapire, p. 28.
(2) Beauvoir, 1956: 29.
(3) Zambrano, M. (1987). Hacia un saber sobre el alma. Madrid: Alianza Editorial.
*Este texto, que es una de las introducciones publicadas en el libro, lo leí en el lanzamiento del mismo. Se trataba de la segunda edición de Deseos de cambio o… ¿el cambio de los deseos? También presentó el libro Tatiana Rodríguez (profesora de historia y compañera política). Esto ocurrió en el bar Thelonious.