Andrea Franulic y Susana Opazo
Únanse al baile de los que sobran…
(Los Prisioneros)
¿Para qué marcha el movimiento LGTB? El sentido de marchar por la calle se comprende bajo el supuesto de que, en la noche, 30 o 40 segundos del noticiero central estén destinados a la imagen de la marcha, que se instala en el living de cada casa y recorre las pantallas, diciéndole a la gente: mírenme, existo en cuanto gay, en cuanto lesbiana, en cuanto travesti. Esto supone que los medios hoy no son la ventana que nos permite mirar la “realidad”, no son el espejo que refleja lo que somos, son, más bien, los que construyen la “realidad”, los que nos dicen lo que somos, son el espacio de significación de lo social y, por lo tanto, son lo público instalado por el sistema.
La imagen travesti es la que acapara la mayor atención de los medios, y esta imagen refuerza la feminidad como orden simbólico, exacerba los rasgos de la mujer objeto y deforma el cuerpo de las mujeres. La estética travesti es la voz del movimiento LGTB y la voz dice: esto es ser gay. Porque son los travestis y su estética los que logran el objetivo de ser visibles, capturando la atención de los curiosos y de las cámaras. Cualquier discurso queda opacado por el espectáculo travesti. Al sistema y los medios masculinistas les es útil el movimiento LGTB en la medida de que, por medio de la Marcha, demanda: “quiero que me reconozca, que me acepte, que me legitime, el mismo sistema que me violenta”. Y éste accede y refuerza su dominio al reponer los géneros y, muy especialmente, la misoginia que lo sostiene.
De ahí que el gobierno respalde La Marcha, total, no lo pone en peligro, la estrategia consiste precisamente en administrar la diferencia, dejarla entrar, acompañándola del discurso vigente de la diversidad y la tolerancia. De esta manera, el sistema queda como “buenito” y sus instituciones fundantes permanecen incuestionadas. En esta administración de las diferencias, el patriarcado crea nuevamente identidades y, justamente, la diferencia sexual es la más conveniente de ser administrada. Todo esto es posible porque el movimiento se justifica por la reivindicación de una conducta sexual y no por una propuesta de cambio civilizatorio (Pisano).
¿Qué hacen las lesbianas en esta Marcha? Las lesbianas se suman a la Fiesta. Todas respaldan, numérica y simbólicamente, el travestismo político del movimiento LGTB. Unas, asumiendo la cultura gay como propia, sin preguntarse cuál es la lucha gay y en qué medida ésta tiene o no algo que ver con la especificidad lesbiana. Otras, poniendo en duda, teóricamente, la práctica política gay; asumiendo, teóricamente, una tradición feminista, pero, al mismo tiempo, pretendiendo marchar como acto de protesta. Es decir, están igual presentes en la Marcha que ellos han gestionado y definido según sus necesidades, negociaciones e intereses. No obstante, este sector de activismo lésbico protesta con un lienzo que dice La Otra Marcha.
Las Otras dicen tener conciencia feminista, sin embargo, no cuestionan lo femenino que subyace en sus acciones. La Otra Marcha quiere diferenciarse de la Marcha Oficial, pero dentro de ésta. Quiere marchar con las gays, pero decir no somos gays. Quiere plantear sus demandas fuera de los festejos oficiales y, sin embargo, es una bailarina más en la fiesta y una bailarina solitaria con la que, al parecer, el resto de la fiesta no quiere bailar. Este discurso contradictorio no tiene poder convocante, ya que están y no están a la vez. Están con los gays y están en contra de los gays, porque de los cantos, las consignas y las entrevistas públicas emitidas, se desprende que es en contra de ellos que protestan, al decirles que el solo carnaval no las representa, que ellas tienen además demandas políticas para formular, que en ese día no tienen nada que celebrar y que ellas sí tienen un proyecto político, que no se venden ni negocian como sí lo hacen ellos, a los que increpan. No obstante, para dirigirse tanto a ellos, incluso increpándolos, es necesario que los consideren interlocutores y referentes válidos.
La “feminidad” de las lesbianas feministas se pone en escena (simbólica y estéticamente) cuando estas optan por situarse detrás de la marcha oficial siguiendo la ruta que abren ellos, los varones que portan el permiso y el apoyo del gobierno, del Estado, de la masculinidad. Este sector lésbico camina por esa ruta, obediente, atrás, amordazado, enmascarado (esto es literal). Entonces, nos preguntamos, qué tiene de subversivo situarse detrás de los hombres si ha sido nuestro lugar histórico como mujeres. Qué tiene de subversivo amordazarse si históricamente las mujeres hemos sido silenciadas. Qué tiene de subversivo vestirse de escolar si históricamente hemos sido infantilizadas. Qué tiene de subversivo llamarse Tortilleras si son las palabras con las que la masculinidad nos ha degradado. Qué tiene de subversivo autodenominarse La Otra Marcha si las mujeres siempre hemos sido lo otro.
Lo Otro es pura negación. Lo Otro no puede existir sin lo Uno. Lo Otro es un No Ser, ése ha sido el estatus de lo femenino, pura alteridad que sólo se comprende en referencia a lo masculino (año 49, Simone de Beauvoir). La Otra Marcha, entonces, no hace más que existir en referencia a La Marcha de los gays que es con independencia de la Otra Marcha y no requiere de las otras, aun cuando las incorpore en cuanto los reafirman. El movimiento lésbico feminista existe en relación al movimiento gay, el que le dice el día, la hora y el lugar para que ejerza su actuancia política.
Para construir una posición política propia es importante comenzar a descongelar los lugares comunes que conforman la plataforma simbólica y discursiva del movimiento lésbico feminista en la actualidad: poner en duda la calle como lugar político, deconstruir los conceptos patriarcales y cristianos como heroísmo y mártir, repensar las ideas de la visibilidad y la diversidad, cuestionar el hacer política desde la opción sexual… al menos. Especialmente, recuperar una historia de “mozas insolentes” (Kirkwood), nada serviles a lo establecido, porque feminismo radical está entrelazado con gesto lésbico.
2006