Este libro relata la relación entre profesoras y estudiantes, en una escuela del sur de Chile: de cómo esta relación se ha practicado, el sentido que ha tenido para cada una, las palabras que se han encontrado para decirla, lo que se ha crecido estando en ella. Mediante un Círculo de Mujeres, que nace el año 2012, en el colegio Rucalhue, adultas, niñas y jóvenes han realizado una práctica históricamente femenina, que es fuente de creación de cultura y orden simbólico. La práctica de estar en relación por el gusto de estarlo (María-Milagros Rivera). Es una práctica desafiante al poder patriarcal que, desde sus albores, ha intervenido, rompiendo y cortando, los vínculos entre mujeres, mediante el uso de la fuerza.
El vínculo más elemental que ha intervenido ha sido el de la madre con la hija. Lo ha hecho, por ejemplo, con estratagemas tan violentas como el ejercicio sistemático e histórico del incesto (también ejercido contra los niños de la familia). La relación con la madre es fundamental para una mujer, porque en ella reconoce su genealogía femenina. Sin embargo, el poder patriarcal necesita cortar esta genealogía para, por un lado, introducir a las mujeres en la suya, y dejarnos presas de sus fantasías, necesidades y proyecciones de lo que debe ser y hacer una mujer a su servicio, sin valor social ni simbólico. Y, por otro, para usurpar la obra materna que, no es solo dar la vida, es también dar la palabra. De esta manera, el Padre desplaza a la madre en las representaciones de la cultura patriarcal, y se apropia de la lengua.
Sin embargo, en el Círculo de Mujeres Rucalhue, este quiebre de la relación originaria con la madre se ha restaurado. Esto ha sucedido, porque, al decir de las autoras de este libro, se practica el affidamento entre las mujeres adultas y las niñas/jóvenes. El affidamento es una práctica de la política de las mujeres, descubierta por las feministas de la Librería de Mujeres de Milán. Se experimenta, en general, entre mujeres que tienen una distancia generacional, aunque no necesariamente. En el caso del colegio Rucalhue, son las niñas y jóvenes quienes se (con) fían (se affidan) en las tres profesoras que guían el Círculo de Mujeres, porque emanan autoridad y no autoritarismo –autoridad del étimo augere, que significa ‘hacer crecer’, ‘dar auge’.
Fiarse en otra mujer, reconocer en ella una fuente de valor femenino, un más que ‘hace crecer’, implica restituir el punto de vista de la primerísima infancia cuando la madre, o quien haya ocupado su lugar, nos muestra el mundo por primera vez y, siendo criaturas, nos fiamos plenamente en ella y en lo que nos dice: le damos total augere. Conocemos el mundo gracias a su mediación, porque nos enseña la lengua, precisamente llamada lengua materna (Luisa Muraro). Este es el tesoro que los patriarcas arrebatan a las mujeres, pero que, en realidad, es intransferible, por más que lo intenten. Las niñas y jóvenes recuperan la fuerza creativa de la palabra, rompen los miedos, tabúes, confusiones y silencios –que son el resultado del corte con su genealogía femenina y materna–, al encontrar sostén simbólico en sus profesoras, que ahora serán las mediadoras entre ellas y el mundo… ¿Hasta cuándo?, hasta que las niñas y las jóvenes lo necesiten, según vayan encontrando su independencia y sus propias palabras para decir la realidad y significar, a lo largo de su vida, su diferencia sexual en femenino (¿qué es ser mujer fuera de los estereotipos patriarcales?).
Reconocerse en su origen femenino, para una mujer, es fuente de originalidad (María-Milagros Rivera); mientras antes le ocurra en la vida, mejor. Este reconocimiento se puede hacer con la madre concreta de cada una, pero si esto no es posible, se hace con otras mujeres de las que una se siente agradecida, sin ser excluyentes ambas posibilidades. Con todo esto, la experiencia del Círculo de Mujeres Rucalhue va más allá de una toma de conciencia de la condición femenina y de su superación mediante la lucha por la obtención de derechos. Más importante es que más de 200 niñas y jóvenes hayan sido capaces, y sigan siéndolo, cada vez más y mejor, en todos los ámbitos de sus vidas, de darle sentido –o darle palabras propias– a su sentir (deseos, emociones, intuiciones, percepciones) en lengua materna, es decir, en primera persona y a partir de su experiencia en singular.
Dicho de otra manera, se trata del deseo libre de las estudiantes que, mediado por sus educadoras, descansa en las palabras de estas mientras busca las propias. En el Círculo de Mujeres, la palabra circula, sin autoritarismo ni jerarquía, pero sí con augere,y sale a la luz del sol. Esto afecta el orden simbólico, contribuye a dar valor social a las mujeres para mostrar, no solo su condición, sino, sobre todo, su diferencia femenina libre, su libertad. De esta manera, mientras más representaciones sociales y simbólicas de la libertad femenina (Lia Cigarini) se expandan por la cultura, la violencia de tantos hombres contra las mujeres puede llegar a ser impensable (María-Milagros Rivera). Este libro, hecho de las palabras de todas las participantes del Círculo, en especial de las palabras de las niñas y las jóvenes, colabora para plasmar, en sus letras, el valor de la libertad de las mujeres.
Por último, la política de las mujeres impacta la institución Escuela y sacude su androcentrismo inherente, es decir, es revolucionaria. Sin embargo, su apuesta es sencilla, consiste en recuperar el profundo sentido del educar: “educar como educan las madres”, titula, precisamente, Milagros Rivera un libro dedicado a la educación. En el Círculo, las profesoras, colocándose también ellas en primera persona, acogen, protegen, guían, enseñan, con Amor, a la recién llegada al mundo, para que crezca libre de los estereotipos de la femineidad, codificados por el agónico régimen masculino, e inserte en el mundo su novedad, su sentido libre de ser mujer. (¿No son acaso hoy, las escolares, las secundarias, las que se han visto en las calles, irrumpiendo la lógica del mundo establecido, descreyendo las instituciones educativas, rompiendo el tabú del silencio y convidando otras formas de mirar y de actuar?) La educación es parte de la vida humana, porque, como dice Hannah Arendt, siempre llegan nuevas/nuevos a un mundo viejo y traen su novedad. O sea, se da el educar, porque existe el nacimiento, que es sexuado, esto es, puede nacer una niña y/o un niño. Es necesario saber recibirlas/os. Las profesoras del colegio Rucalhue saben recibir a una niña: solo tienen que abrir el Círculo.