Una mirada desde el feminismo radical de la diferencia a los paros y tomas feministas en los liceos y universidades de Chile

Tres textos breves (*)

EL FIN DEL PATRIARCADO Y LAS TOMAS FEMINISTAS 

Menos que nunca hoy debemos adherirnos a los proyectos de la igualdad de género, pues haremos el ridículo al intentar maquillar, una vez más, una derrota, puesto que estamos viviendo en un patriarcado tardío que ha llegado a su fin. Asistimos al fin del patriarcado, como dicen las feministas de la Librería de las Mujeres de Milán. Sin embargo, esto quiere decir que debemos estar muy preparadas, nuestro pensamiento tiene que ser muy consistente y nuestras prácticas políticas muy bien enfocadas. Pues, como todo imperio que cae, lo hace con total estruendo, luciendo su decadencia sin pudor, afinando sus tácticas de guerra más primitivas para salvar lo insalvable; y si tiene que depredar todo lo vivo, como siempre lo ha hecho, no dudará en hacerlo; y si tiene que arrasar con nuestros cuerpos mediante la violencia física y sexual, no dudará en hacerlo, pues así funciona la desesperación del poder que se derrumba, cuando ya no le preocupa ni siquiera guardar las formas ni composturas.

Las tomas feministas en las universidades chilenas están evidenciando el fin de la Era del Hombre. Pero tenemos que estar atentas, mujeres, porque las estrategias patriarcales de absorción y robo son muy eficientes, dado el tiempo de ensayo que llevan desarticulando la libertad de las mujeres; y van a pretender cooptarlas desde la academia, desde la política con poder, desde la prensa oficial, incluso, desde las corrientes que se dicen feministas, pero niegan la diferencia sexual femenina e ignoran el pensamiento histórico de las mujeres. Para estar preparadas, necesitamos recuperar lo que nos pertenece, necesitamos recuperar nuestra fuerza creativa; y para eso, debemos sumergirnos en los grandes silencios patriarcales y sacar a la luz sus contenidos. Es la única manera de salvaguardarnos de la caída estrepitosa del imperio masculino. En los ámbitos de nuestra vida que han sido robados y tergiversados, encontraremos la materia prima necesaria para descubrir y crear otra cultura.

 

QUE LAS TOMAS FEMINISTAS VAYAN ACOMPAÑADAS DE UNA TOMA DE CONCIENCIA Y DE PALABRA

En 1938, Virginia Woolf, en su libro Tres Guineas, interroga la clase de educación que están recibiendo las mujeres, cuyo ingreso a las universidades ha acontecido hace algunas décadas atrás. Le preocupa que estén participando de la misma educación que detentan los hombres, la cual prepara para la guerra y sus matanzas (femicidas), dado su espíritu competitivo, su saber diseccionado y su organización en escalafones jerárquicos. Años antes, en 1929, había escrito Un cuarto propio, que es un libro basado en una conferencia que ella imparte en un Colegio de Mujeres, en la que, entre otros temas fundamentales, se pregunta por la ausencia de las mujeres escritoras en las bibliotecas, y va recuperando una a una sus voces silenciadas, no para guardarlas y conservarlas en los polvorientos estantes, sino para revivir a las autoras en nuestros pasos cotidianos del presente.

Adrienne Rich, lesbofeminista radical estadounidense, escribe, en 1979, un ensayo que titula ¿Qué necesita saber una mujer?, inspirado también en una charla que realiza en una Universidad de Mujeres, en la que interpela a las estudiantes y les consulta sobre qué herramientas reciben en esta instancia formativa para autodefinirse libremente o, con otras palabras, qué mujeres se les enseña como sus predecesoras para encontrar en ellas referentes y similares prácticas de vida, que les permitan significar el mundo y significarse a partir de la propia experiencia: “¿No necesitan saber cómo se han institucionalizado condiciones aparentemente naturales como la heterosexualidad o la maternidad, para arrebatarles su poder?”.

Tanto Woolf como Rich nos alertan sobre el Abuso Simbólico del que hemos sido parte cuando hemos accedido a la educación y, especialmente, a la educación profesional. Este se sintetiza en la idea de que todo el conocimiento impartido en la escuela y en las universidades tiene un sesgo masculino, que nuestro ingreso a estos espacios ha tenido el costo de ser inseridas en la tradición de pensamiento androcéntrico; que no existe la neutralidad u objetividad en ninguna disciplina, ni tampoco en la ciencia, tras las cuales siempre ha yacido agazapado, aparentando universalidad, un sujeto teórico que se representa, prototípicamente, en el Hombre, así con mayúscula.

Todo este simbólico legitimado por las instituciones se perpetúa por una operación fundante y civilizatoria que consiste en negar nuestro cuerpo sexuado mujer, en borrar nuestra diferencia sexual femenina. Una evidencia de esto es que el pensamiento libre de las mujeres y su genealogía no existen en el conocimiento con poder: las verdades de la Caza de Brujas se desdibujan en los libros de historia, en la mitología y en los cuentos infantiles. Y como el discurso nunca se ha separado de la práctica, esta negación primaria que se expresa en el orden del discurso de las distintas disciplinas, también se manifiesta concreta y materialmente en el Abuso Sexual y en la violación de nuestros cuerpos en las penumbras de los pasillos y de las aulas escolares y universitarias.

 

¿EDUCACIÓN NO SEXISTA?

¿Vamos a dejar las mujeres de estar inseridas en la tradición misógina de pensamiento masculino en todas las artes, disciplinas y ciencias?

¿Vamos a hablar en lengua materna y ya no en lengua androcéntrica que medie, con sus tecnicismos y su pseudo-universalidad, nuestra relación con el mundo y con nuestra propia experiencia?

¿Vamos a asumir que tras el sujeto genérico yace el sesgo masculino?

¿Vamos a hablar y buscar los contenidos del gran vacío desde donde se yergue la modernidad y su racionalidad, las verdades de nuestras antepasadas las brujas?

¿Vamos a reconocer que la historia de las mujeres es la historia de la humanidad?

¿Vamos a hablar de sexualidad echando por tierra el modelo reproductivista y su falocracia coital, con sus consecuentes instituciones como la heterosexualidad y la maternidad obligatorias, el matrimonio y la familia?

¿Vamos a seguir creyendo que nuestro placer y erotismo coinciden con los del hombre?

¿Vamos a indagar en los grandes silencios culturales del patriarcado que intervienen y rompen nuestras relaciones entre mujeres?

¿Vamos a develar sus grandes usurpaciones, parcelaciones y tergiversaciones de nuestras vidas, sus robos y mentiras?

¿Vamos a derribar los escalafones, las calificaciones, los grados y jerarquías de la lógica guerrera de la educación?

¿Vamos a cuestionar las dicotomías fundantes que la cruzan: trabajo y política, teoría y práctica, discurso y acción, maestro y discípulo, naturaleza y cultura, pasivo y activo, femenino y masculino?

¿Vamos a unir el pensamiento a los sentimientos, intuiciones, sueños, percepciones?

¿Vamos a dejar de fragmentar cuerpo y palabra?

¿Vamos a aceptar que el conocimiento y la creación son sexuados?

¿Vamos a dejar que el cuerpo sexuado mujer hable libre y genealógicamente, o volveremos a abandonarlo como una molestia biológica de la cual debemos liberarnos?

¿Vamos a desmontar las falsedades de la revolución sexual y la figura de la mujer emancipada que se homologa a los hombres?

¿Vamos a dejar de rendirles culto a los días sacros y patrios del calendario?

¿Vamos a dejar de lado cruces y charreteras? ¿Dioses y Ateneas?

¿Vamos a estudiar a Virginia Woolf junto a sus antecesoras, las hermanas Brontë, Jane Austen, George Eliot?

¿Vamos a trabajar con Adrienne Rich sin dejar de hablar de Mary Wollstonecraft y el movimiento de las Preciosas?

¿Vamos a leer a Christine de Pizán, profundizando en el movimiento de la Querella y de las Beguinas?

¿Vamos a hablar de Elena Caffarena sin aludir a su lazo con Olga Poblete?

¿Vamos a conocer a Virginia con Vita?

¿Vamos a olvidar a nuestras madres para luego venerarlas o repudiarlas en las publicidades vacuas y cosificantes del patriarcado?

¿Vamos a abandonar el orden simbólico patriarcal con sus sanciones, moralismos y punitivismos?

¿Vamos a conectar las verdades desde la mirada holística del pensamiento libre de las mujeres, y saber que la violación en las penumbras de las aulas y pasillos escolares y universitarios no se separa de la pornografía, la prostitución, la publicidad y la invisibilización de nuestra historia?

¿Educación no sexista?

Las preguntas son infinitas y estoy segura de que todas podemos seguir agregando preguntas o reformulándolas, porque en realidad se trata de una educación no androcéntrica, mejor todavía, de una civilización no androcéntrica. Se trata de algo profundo, de crear y descubrir otro orden simbólico, basado en el sentido libre de ser mujeres y mujeres lesbianas. Si esto no es «educación no sexista», entonces es más de lo mismo: reformismo, inclusionismo, igualdad y género. Es otra vez absorber la energía creativa de las mujeres, arrebatarles su poder. Es otra vez un refinamiento patriarcal para amarrar aún más su decadencia como cultura.

 

(*) Estos fragmentos surgen de mis charlas políticas impartidas en algunas facultades en paro feminista: Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile y Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.

2018